VIAJE a CALIFORNIA - NEVADA
"FarWest mesacho corto 2006"
(by edmenahi)
Lunes 8-5-06: Gran Cañon y Las
Vegas. Hoy toca madrugar un poco. A las 8 de la mañana nos recoge el
autobús de la compañía aérea que nos trasladará hasta el Gran Cañón. Así que nos
levantamos prontito y nos vamos a desayunar a un Denny’s que hay enfrente del
hotel. Se nota que los americanos están acostumbrados a desayunar fuerte. Así
que casi le suena raro a la chica que nos atiende que sólo queramos unos cafés y
unas tostadas. A tener en cuenta, como siempre, que si somos más de ocho nos
toca dejar un extra de propina, por lo que nos dividimos en grupo A y M.
Mientras que los madrileños desayunamos lo que he dicho…

… parte de los alicantinos se decantan por esto otro:

Yo preferí desayunar más flojito, sobre todo teniendo en cuenta que seguramente
los aviones que nos trasladarían después no iban a ser jets de lujo. Y como reza
un dicho aeronáutico “más vale estar abajo deseando estar arriba, que estar
arriba deseando estar abajo”… a lo que yo añado “y encima con ganas de evacuar”

Ops!!! A la espera de que nos recogiese el bus, fotografié para la posteridad
los dispensadores de “relaciones por dinero”, de los cuales Las Vegas está
plagado.

Con la hora encima nos ponemos a intentar interpretar el correo electrónico que
nos habían enviado con la ubicación exacta donde nos recogería el autobús. Mal
momento para hacerlo, pues como dije el día anterior, los hoteles son
gigantescos y tener que pegarnos una carrera si estamos en el lugar equivocado
nos iba a hacer sudar la gota gorda. Al final nos ponemos en el lugar más
lógico… donde pone “parada bus” Y efectivamente, allí era.

Atravesamos todo el Strip, donde el bus realiza algunas paradas más en otros
hoteles para recoger a otros pasajeros del tour. Me acordé de Kapy, el cuñado de
Gobolino y de lo bien que se lo pasaría él en esta ciudad:

El día que fuimos a visitar el hotel Hooters le hice un reportaje completito
a una Harley “tuneada” que no sé cómo el dueño se atrevía a dejarla allí en
medio.
Pasamos al lado del aeropuerto principal de Las Vegas y resulta que allí no era.
Pero nos detenemos en una oficina donde nos dan unas pegatinas para separarnos
en grupos, ya que no todo el mundo contrata el mismo tipo de excursión. La
nuestra era “full service”. Traslado desde el hotel; avión; helicóptero; barca
por el río Colorado; helicóptero otra vez; autobús para ir a un poblado indio;
comida con ellos; bus de nuevo y avión hasta Las Vegas y posterior bus hasta el
hotel. Todo ello por menos de 300 euros. Pero cuando estábamos planificando el
viaje esa cantidad de dinero me pareció un sobrecoste muy grande. Menos mal que
desde Alicante y Madrid me dieron la paliza para que no me quedase en el hotel,
como era mi intención.
Cuando se hicieron las reservas de la excursión se había puesto claramente que
éramos once personas en total, aunque se repartieron por grupos. Pero aquí no
nos juntaron, sino que siguieron manteniendo los grupos de 6 y 5 personas. De
todos modos no hubiésemos podido ir todos en el mismo avión y/o helicóptero como
posteriormente pudimos comprobar al ver los aviones en que nos íbamos a
trasladar.
La espera en esta oficina fue bastante larga, pues hasta que no llegaron todos
los autobuses que recogían gente por los hoteles no embarcamos de nuevo hasta el
aeropuerto Henderson, que era de donde íbamos a salir. Así que en el rato que
allí estuvimos, además de hacer visitas al “señor roca”, estuvimos bromeando con
las gorras y gafas que tenían a la venta. También tenían máquinas de vending,
aunque había carteles advirtiendo de que en los aviones sólo podríamos llevar
una botella de agua.
Cop en plan Silvestre Stallone en la película esa que hace de poli raro:

Edmenahi en plan “ja me maten”:

Nimue motera:

Ups!! Me quedé con las ganas de comprarme esas gafas. Me imagino que no eran
auténticas, pero tenían las ventajas de las gafas Harley-Davidson… protectores
laterales para desviar el aire.
De nuevo nos metemos en el autobús para ir hasta el aeródromo Henderson, donde
embarcaríamos en las avionetas. Al estacionar el autobús estaban los pilotos (y
una pilota) esperándonos. Fuimos bajando del autobús según le daban a cada
piloto la lista de pasajeros que tenía que llevar. A nosotros nos tocó uno que
parecía el hermano pequeño de Schawzenneger. Creo que no tendría más de 25 años.
Junto con el piloto vamos andando por la pista. Yo iba pensando que nos podía
tocar una de las Cessna bimotor de las muchas que allí estaban aparcadas. Si se
escacharra un motor, siempre le queda el otro para intentar llegar a algún sitio
y tomar tierra “decentemente”.

Pero no, a los madrileños nos tocó “la joya de la casa”

Una Cessna 172 con pinta de tener más años que la historia de la aviación.
Tras quitar los tacos de madera y los cables que afianzaban el aparato al suelo,
nos dice cómo tenemos que embarcar. Halfing y Kap en la parte de atrás, subiendo
éstos los primeros. Después sube Acius, que iba en la parte de delante junto con
el piloto y luego Marcopolo y yo que íbamos en medio. Digo esto para que os
podáis hacer una idea sobre lo difícil que es entrar (y salir) seis personas de
una avioneta tan pequeña. Por último sube el piloto y tras hacer algunas
comprobaciones de rigor (emisora, flaps, pedales, etc) pone el motor en marcha.
Por su parte los alicantinos iban embarcando cómodamente en la espaciosa (y
bimotor) Cessna 402.

Y aquí los garbanzos en la cazuela:

Como se puede comprobar, la anchura de uno y otro aparato no tenían ni punto de
comparación.

En la misma zona de aparcamiento de los aviones les tomamos la delantera al
equipo A

Pero no llevábamos ni diez minutos volando, cuando vimos a la izquierda por
debajo nuestro, cómo nos pegaban una pasada que les haría llegar al aeródromo
del Gran Cañón mucho antes que nosotros, lo que hizo que no pudiésemos hacer
juntos el resto del día, salvo en contadas ocasiones.
Mientras íbamos por la pista de rodadura el ruido del motor aún era soportable.
Incluso oíamos la música que el piloto nos había puesto en el cutre-cd del
aeroplano a través de los cutre-auriculares que nos habíamos colocado para oír
la locución en castellano sobre nuestra excursión. Llevábamos un plano
fotocopiado en le que venía la ruta que sobrevolaríamos con unos números
marcados con puntos de interés. Gracias al plano pudimos saber qué estábamos
viendo cuando el piloto nos indicaba con la mano el número que correspondía.
Porque en el momento que comenzó a subir de revoluciones el motor para despegar,
el ruido se convirtió en algo ensordecedor. Agradecí llevar los auriculares, no
para oír la grabación, sino como atenuador del estruendo que metía el motor.
He volado en helicópteros, en aviones comerciales e incluso en ala delta en mis
tiempos jóvenes, pero la experiencia de la avioneta es de las de pensármelo un
par de veces antes de volver a repetirla. El zumbido del motor; ver toda la
cabina vibrando como si se fuese a desguazar; las continuas bolsas de aire y sus
correspondientes bamboleos de lado a lado… y encima la locuacidad de nuestro
piloto, que en más de una ocasión pensé que estaba durmiendo la siesta me
acojonó. Bueno, para ser sincero ME A-CO-JO-NÓ, ahora sí, con mayúsculas .
Mira que he jugado, y juego, al Flight Simulator con este mismo avión. Pero
sentado en casa no se sienten las sensaciones de uno “de verdad” 
Antes de llegar al aeródromo “Grand Canyon West” ya había gastado una de las MS
de la cámara. Y los demás iban por el mismo camino. No era para menos. Las
vistas desde la avioneta eran geniales, así que fotografiamos y grabamos todo lo
que se nos iba poniendo al alcance de la vista. Con diferencia, éste fue el día
en que más fotos se hicieron en conjunto de todo el viaje. De las 500/800 fotos
de “normalmente”, se hicieron cerca de 1.400. Además de agotar todas mis
reservas de cintas de video, aunque gracias a Cop que me prestó una cinta, pude
concluir el día de nuestro equipo.

Mientras que el equipo A ya había llegado al aeródromo, se hacía fotos junto a
su avioneta y se marchaban para hacer el check-in para subir al helicóptero…

… nosotros nos acercábamos como podíamos a la pista

Con la de veces que he practicado el aterrizaje con el FS veía que nuestro “kiko
hinchado” particular se iba a quedar corto. Como así fue, así que en el último
momento tuvo que darle un poco de gas para plantar las ruedas dentro del
asfalto. Por la forma en que estaba la zona previa al inicio de la pista deduje
que no era la primera vez que pasaba. Lo que me dejó claro también que muchos de
los pilotos que toman tierra (nunca mejor dicho) en esa pista son un pelín
novatos. Porque en las escuelas se enseña que es mejor pecar de corto, que no
irte largo y que después te falte pista 
Descendemos del avión con la misma parafernalia que habíamos utilizado para
montar y nos dirigimos hacia la “T-4” del aeródromo, pero antes le hacemos un
retrato a los “bichos” que nos habían traído hasta aquí… menuda diferencia de
uno a otro 

Justo cuando nosotros estamos entrando nos vemos con los alicantinos, que nos
informan que se marchan para el helicóptero de inmediato. Así que nosotros
pasamos por lo que ellos ya tenían hecho, pero nos asignan el turno “19”,
mientras que ellos tenían el “16”.

Sin quererlo o no, nos colocan dos grupos entre medias, lo que haría que
fuésemos totalmente desfasados respecto del equipo A hasta después de la comida.
Menuda postal, ¿verdad?

Salimos de la T-4 y nos vamos a la T-5, donde se cogen los helicópteros. Si
cutre era uno, el otro se lleva la palma. Un cobertizo donde tienen un ordenador
y la radio para comunicarse con las batidoras de aire, que diría un piloto; y un
techado con un par de bancos donde el rato de espera se nos hace verdaderamente
eterno. Kap, que en un principio se negaba a hacer esta excursión por miedo al
helicóptero, después de la experiencia de la avioneta le pareció mucho mejor. Y
dónde iba a parar, menos ruido y muchísimas menos vibraciones.
Para cuando despegamos nosotros, el equipo A está haciendo el crucero por el río
Colorado. Como he dicho, el paseo en helicóptero se nos hace corto.
Impresionante el descenso desde lo alto de la montaña hasta el mismo río. Lo que
desde arriba parece un arroyuelo medio seco, según vamos descendiendo vemos que
tiene una anchura tremenda. Fijaos sino en el borde del río, que desde arriba
parece pequeño y desde la orilla se convierte en una altura de casi tres pisos.


Anda que no tenían experiencia los pilotos. El helipuerto del río no era más
grande que el mismo aparato y aún así lo dejaban “clavado” .

Aprovechando al chavalote de la empresa que se dedicaba a recibir los
helicópteros, nos hicimos una foto los cinco antes de bajar al embarcadero.

Y a la que estamos esperando la barca para dar el paseo por el río… llega de
vuelta el equipo A. una vez más que no nos vemos.

Así que en cuanto ellos se bajan, subimos nosotros. Con la barandilla de la
escalera que se ve al fondo, Marcopolo se clavó una espina y pasó un mal rato.
Tan malo como que la llevó el resto del día de compañera. Eso sí, es el único
que puede presumir de haberse llevado puesto un recuerdo único del Gran Cañón 

El barquero nos iba contando historias sobre el río, así como de la flora y
fauna de la zona. La verdad que mucho caso no le hicimos, así que de lo poco que
nos enteramos fue por las traducciones que nos hacían Kap y Halfing. Y todo
porque me pareció de mal gusto que lo primero que se veía nada más montar en el
barco era el grandísimo frasco de cristal con los billetes dentro para la
“gratuity” . Aquí es norma que hay que dar propina hasta al apuntador. No
recuerdo cuánto nos gastamos en propinas en la excursión, pero que recuerde… al
del autobús, al de la avioneta, al del helicóptero y al del barco … ah! y
al del autobús que nos llevó al poblado indio 

*Obsérvese el “frasquito” abajo a la izquierda de la foto 
Cuando descendimos de la barca nos tocó otra gran espera hasta que llegó el
helicóptero que nos devolvió a la base. Este tiempo sí que se nos hizo una
eternidad, pues el calor apretaba una barbaridad a esas horas y allí no había ni
una gota de agua que no fuese la del río. Mientras tanto, los alicantinos se
habían trasladado en el autobús hasta un poblado indio, donde uno disfrazado
como los de la época (eso sí, nótese el walkie en el bolsillo trasero y los
pantalones vaqueros )

El lugar donde pararon es donde se supone que abrirán este año una terraza que
se convertirá en la más alta del mundo. Pero de momento lo único que vimos
fueron un montón de grandes piezas de acero y máquinas de obra.

Y cuando el indio éste se dedicaba a hacer el idem, nosotros seguíamos allí
abajo esperando que nos llegase el turno de subir.

En la zona existían diversas construcciones indias que se supone que eran las
casas que habitaban. Desde la típica tienda que conocemos todos de las
películas, hasta otras que parecían igloos de secano.

Al mismo tiempo los del equipo M ya estábamos de vuelta y, al igual que a la
ida, tiramos fotos a manta. Quien sabe cuándo volveremos, si volvemos a ver esto


En alguno de estos cortados, si no en este mismo, Fly perdió su bonito gorro
PKTK debido al viento que soplaba en esa zona. Así que desde ese día PKTK está
en el Gran Cañón de forma permanente. Por cierto, que si alguna vez alguien que
nos lea va allí y ve a algún indio con un gorro que pone PKTK, que se lo quite y
se lo devuelva a la mosca, que desde entonces no duerme bien

Y mientras nosotros ya estábamos en el helipuerto de arriba, los alicantinos
habían empezado a comer.

Cuando por fin nos podemos subir en el autobús, nos dicen que sólo tenemos
cuarenta y cinco minutos para poder visitar el poblado y luego ir hasta la
segunda parada del autobús que es donde se come. Los mismos organizadores de la
excursión nos aconsejan que no nos bajemos en el poblado indio y que vayamos
directamente hasta el comedor. Así que lo que he puesto más arriba que sí
pudieron ver los del equipo A, nosotros ni lo vimos. Paró el bus un instante
para recoger gente y nos llevó directos a la segunda parada. Menos mal que nos
bajamos de los primeros, porque la cola que se hizo para poder coger la comida
nos habría restado unos quince minutos más. La comida, sin ser nada del otro
mundo, estaba bien. Me habría comido la fuente entera de tarta, pues estaba
genial. Eso sí, seguro que más de uno de los del otro grupo echaron de menos la
cervecita de la comida. Lo único que había de bebida era agua Otro detalle
del que no me olvidaré, es que no se podía tener vacío el vaso del agua, porque
con el viento que soplaba se volaban todos. Y del plato de la comida más de lo
mismo Así que una mano la empleábamos para el tenedor y la otra para evitar
que la comida se fuese antes de tiempo.
Por fin, cuando acabamos de comer, nos pudimos hacer la foto de grupo del día.

La piedra de Modegod encima de la cabeza creo que era para evitar que a su gorro
le pasase lo mismo que al de Fly.
Qué bonitos los paisajes desde aquí mirases donde mirases. Bueno, salvo por la
intervención del ser humano que todo lo afea, pero si quitamos esa “pequeñez” el
resto de quitarse el sombrero


Por fin todos juntos, nos volvemos hasta el aeródromo para coger nuestras
respectivas avionetas de regreso al aeropuerto Henderson de Las Vegas.
Si por la mañana se movía la avioneta una barbaridad, por la tarde ya era de
locura. Menudos airtimes!!! Nos faltó levantar los brazos como en las coasters,
pero no estaba la cosa para bromas. De hecho, y lo digo en serio, hubo un par de
ocasiones que pensé en mis hijos y en cómo crecerían sin padre

Lo dicho, a la vuelta pasamos por encima de la presa Hoover, que hasta que los
chinos hicieron la suya, era la más grande del mundo. Vista desde arriba no me
parecía más grande que el pantano de Sacedón, pero cuando me fijé más
detenidamente y vi los camiones sobre el puente me percaté de su magnitud real

Mientras nos acercábamos a Las Vegas, no hacía más que mirar a todos lados para
ver en qué momento nos pegarían la pasada de nuevo los del bimotor. Pero
aterrizamos y aún no habían llegado. Al parecer “la pilota” era un pelín inútil
y para llegar hasta el final de la pista para despegar con los excursionistas
que transportaba tardó mucho tiempo.

Ya en tierra nos fotografiamos con “Schwazenneger” para la posteridad. Me
imprimiré la foto para que si vuelvo, que no sea con él ni en el mismo avión 

Una vez que le soltamos la propina al piloto, nos fuimos hasta una sala en el
interior del aeropuerto a la espera de que el autobús nos llevase de vuelta al
hotel. La excursión había finalizado, pero el día no. Nos quedaba la visita a un
montón de hoteles para hacernos sus coaster y flat.
En un día anterior comenté la facilidad de Circe para dormirse en cualquier
sitio. Lo que desconocía era la facilidad de “otros” para hacerlo igual de bien


Cuando el bus nos deja en el hotel, pasamos por el casino para ir un momento por
las habitaciones para dejar trastos o cambiarnos de calzado y bajamos de nuevo
al hall para ir en dirección a Stratosphere. Al lado del Stardust tenemos Circus
Circus, donde en una cúpula del interior del hotel hay una coaster y varias flat.
Lo de “al lado” se debe tener siempre en cuenta que es en Las Vegas, lo que
supone un paseito. Atravesamos el casino del Circus Circus y llegamos al
Adventuredome, donde está The Canyon Blaster, la coaster de este hotel. Al igual
que en el resto de los hoteles, las rides son de pago individual o bien se paga
un bono que sirve para hacer un tour u otro que vale para el día entero. Aunque
me imagino que de los de “día entero” no tienen que vender mucho, sobre todo si
las flat apalizan lo mismo que la coaster 


Terrible hacer el looping de la foto. El carro se quedaba “colgado” hasta que la
parte trasera del mismo empujaba violentamente el resto, con el consiguiente
golpetazo contra el arnés. De las de anotar una raya en el curriculum, pero de
no repetir en la vida Tengo ganas de ver el onride de Cop para oírnos los
comentarios de la experiencia 

Continuamos andando hasta el final del Strip, para subir a Stratosphere. Según
vamos andando parece que se vayan llevando la torre cada vez más lejos, porque
no se llega nunca. Claro, que cuando estás justo debajo te das cuenta que no es
que se la lleven. Es que es gigantesca.

Si observáis detenidamente la foto anterior, se ve una especie de palillo que
sobresale de la parte superior izquierda de la torre. Más adelante veréis de qué
se trata.
Entramos en el hotel y subimos a la primera planta donde venden los tickets para
el ascensor y las atracciones. Para los que no quieran subir en nada, se vende
por separado el ticket para el ascensor exclusivamente. En total me cuesta 20
dólares (ascensor y dos atracciones). Estando en la cola para comprar las
entradas, dos mujeres muy bien vestidas pidieron a dos del grupo (no digo
quienes porque están casados) si querían entrar al teatro con ellas :silb2 El
caso es que en Las Vegas hay mucha gente que viene a ligar. Aún hoy me pregunto
qué les verían 
Cuando ya tenemos todos los tickets, nos ponemos en la cola para pasar el
control de seguridad previo a los ascensores. El mismo es similar al de los
aeropuertos, teniendo que pasar de uno en uno por los arcos de seguridad y
dejando absolutamente todo lo que llevamos en bandejas que pasaron por rayos x.
Entramos al ascensor y el botones pulsa el botón de la primera planta… y única,
ya que desde la base hasta arriba no hay parada alguna. El sistema del ascensor
es similar al de las torres Sears, de esos que notas la aceleración y sobre todo
el frenazo, con un airtime de los de levantar los brazos. Salimos al interior
del mirador y lo primero que noté es que aquello se movía. Tenía una leve
oscilación continua, algo que debe ser normal a estas alturas para evitar que en
días de fuertes vientos se parta la torre como un palillo de dientes. Antes de
subir a la terraza donde están las atracciones damos una vuelta por el mirador
panorámico, maravillándonos con las vistas de la ciudad.

Al rato, subimos a la planta de arriba donde están las tres atracciones que
siguen en funcionamiento.

Hasta hace poco también había una coaster que ya no podremos añadir al
curriculum porque la están desmontando. Tenía pinta de ser cutre en sí misma,
pues el único elemento que tenía era un gran helix… como para no tenerlo, daba
la vuelta a la torre Aunque el record de ser la coaster más alta del mundo
pasará a otras manos.

Entregamos el ticket para subir en The Big Shot, la freefall de la torre.
Después de haber probado La Venganza del Enigma del Parque Warner Madrid, con
sus 100 metros; ésta que no llega a los 40 nos parece a simple vista de las de
poder decir “he subido”. Qué equivocados estábamos. En el momento que nos lanzan
hacia arriba y desaparece el suelo bajo nuestros pies, la vista es de los 300 y
pico que tenemos por debajo da la auténtica impresión de haber sido lanzado
desde allí. Lástima de no haber comprado más tickets para poder repetir. Pero
aún nos quedan dos flat y mucho paseo por otros hoteles para terminar el día. La
siguiente en la lista es Insanity, algo parecido a una mano extendida hacia
abajo. De los once que estamos allí arriba sólo se atreven Halfing y Hansolo. Mi
aversión a todas las atracciones que giren sujetas por un eje me dice que
Insanity no es lo mío. Así que nos apostamos detrás de la verja de separación
para hacerles unas fotos y un “off-ride” a los valientes.


Dando una vuelta por la torre vemos que hay una zona en la que indica “Sonríe,
estás en la zona WebCam de Stratosphere”, Así que hacemos un poco el Halauapi
por si nos están viendo realmente 
Sin perder tiempo, nos vamos a la atracción que nos queda, XScream. Tras
observar que los CT (currantes “torreros”) sólo ponen en marcha la atracción
cuando consideran que se amortiza el viaje y viendo que los H&H tienen la
intención de subir en la primera fila, me apunto en su mismo viaje para no
perder mucho tiempo más, pero me toca ir en segunda fila. Puedo asegurar que la
impresión es la misma y estoy completamente convencido de que por la cabeza de
los tres pasaba la misma idea: “Como se suelte esto, nos recogen con cubo y
fregona”. El sistema es de lo más simple. De hecho, si esto mismo lo ponen a
nivel del suelo se arruinan. No es más que una viga de acero sobre la que está
montada el carro. Bajo la viga y en el centro de la misma hay un sistema
hidráulico que la levanta inclinando la parte delantera hacia el vacío con lo
que el carro cae por su propio peso hacia delante. Cuando estamos inclinados
viendo el suelo allí abaaaaaajo, el carro retrocede un poco cayendo un poco más
y dando la impresión de que se cae. Hace un par de retrocesos y caídas y se
acabó. Corto pero intenso. Los de RTVE podrían aprovechar Torrespaña y poner
algo parecido 

Cuando nos bajamos cambiamos impresiones con el resto y bajamos a la planta
inferior para coger el ascensor de vuelta a la tierra. Como he dicho
anteriormente, sólo hay una parada, pero aún así, el indicador del ascensor
indica que estamos en la planta “107”. Airtime y “p’abajo”

Buff!!! Qué diferente se ve todo desde abajo

Aunque lo parezca, no, no se desmayó Acius. Es que era la única forma de poder
hacernos una foto y que saliese la torre entera.

Y ahora vendrá Cop y dirá “vaya mierda de foto, que le has cortado los pies”… y
si le tiembla un poco el pulso a Acius, le corta el pescuezo también
Regresando sobre nuestros pasos, entramos al Nascar Café, en el hotel Sahara,
para subir en un trozo de coaster, que diría Hansolo. Speed-The Ride. De todas
las que probamos en estos días por el desierto, fue la mejor con diferencia, por
lo menos la menos brusca.


Las fotos anteriores son de cuando íbamos hacia Stratosphere. Además, son las
únicas decentes que tenemos, pues las que hicimos cuando subimos, siendo ya de
noche, no se dejan ver. Esta coaster es lo más parecido a “ponga una montaña
rusa en su barrio”. Cómo mola ver los carros desde la misma acera, con su
estruendoso sonido tanto a la que va, como cuando vuelve y pasando 

Cuando nos juntamos todos, nos vamos a una parada de autobús para ir a la calle
Freemont. Gracias a las recomendaciones de algún forero, compramos un ticket que
vale para subir durante 24 horas desde la hora en que lo adquieres. Nos vino
genial, pues así lo pudimos utilizar en los desplazamientos del día siguiente
También íbamos advertidos de la fama (y bien ganada) de auténticos
bordes-asquerosos-antipáticos-engreídos conductor@s de los autobuses. No dudo
que en más de una ocasión les hayan tocado la cara, pues la forma de dirigirse a
los pasajeros era de todo menos agradable. Aunque para poner la excepción a la
regla, al día siguiente subimos con un chofer que era incluso gracioso en sus
comentarios. Con mi habitual despiste, ni me había preocupado de mirar; ni tenía
la menor idea de qué era la calle Freemont. Sólo puedo decir que cuando nos
bajamos del autobús y tras andar unos pocos metros cruzando la calle y vi lo
ESPECTACULAR que es Freemont me quedé como mi hija cuando entró por primera vez
en “It’s Small World”… con los ojos como platos y sin saber dónde mirar. De
quitarse el sombrero la macro pantalla instalada en lo alto de la calle. Cada
cierto tiempo se apagan las luces de las tiendas; restaurantes y casinos para
poder ver mejor las proyecciones, que sincronizadas con buena música hacen de
esta calle un hervidero de gente 


Nos ponemos a andar por la calle en busca de algún sitio para cenar. Como
siempre y para evitar el tremendo sobrecoste que supone pagar la “gratuity” de
un grupo de más de ocho personas, nos dividimos. Los madrileños nos vamos hasta
el final de la calle y entramos en un McDonald’s, pero los de Alicante, con
paladar más selecto entran en un buffet en la misma calle Freemont donde a la
vista de las fotos, se pusieron hasta las orejas 

Antes de cenar, vimos que justo en medio de la calle había unas vallas que
cortaban el acceso a una especie de convención que estaban haciendo allí los
bomberos de la zona. Había muchísima gente y tenían servicio completo: Cena,
copas y espectáculo. Los no invitados como nosotros, nos limitamos a mirar desde
el otro lado 

Típico de esta calle (bueno, de toda la ciudad) es fotografiarse con algunos de
estos personajes disfrazados.

El de rojo es el que recolectaba los billetes. La suerte de USA es que los
billetes son idénticos de tamaño, así que doblé un par de dólares y a la que el
del flequillo los estiró nosotros estábamos lo suficientemente lejos como para
no oír el “recordatorio” que nos dedicó con toda seguridad 
Después de dilucidar un rato dónde pararía el autobús de vuelta al Strip,
cruzamos un par de calles más y donde vimos un montón de gente allí nos pusimos.
Llegó un bus y nos quedamos en tierra. En el siguiente, conseguimos entrar, pero
la conductora se empeñaba en que cabía más gente, así que fuimos apretados como
los pepinillos en bote. La suerte de esto es que el bus nos deja en la misma
puerta del Stardust, nos vamos a las habitaciones, ducha y a la cama.
Qué gran día había sido éste. El Gran Cañón y Stratosphere. Sin lugar a dudas
fue en este día cuando me dije “tengo que volver”  |